El miércoles 10 de abril, la noticia de la muerte de Ana Laura Almirón Riquelme, de 6 años, conmocionó a todo el país. Anita murió tras esperar un donante de corazón desde el 2011.
Anita, como todos la conocíamos, fue diagnosticada de Miocarditis en marzo de 2011 y 5 meses después entró a la lista de espera de un donante de corazón. Falleció este miércoles, luego de superar 1 mes el tiempo estimado de vida que le dieron los médicos.
Así como Anita, en febrero de este año, fallecía Liz Karina Herrera Martínez, de tan solo 7 años de edad. Liz Karina también necesitaba un trasplante de corazón que nunca pudo realizarse por falta de un donante.
Con el exagerada flota vehicular en las calles y la falta de prudencia que aumenta a la par, según estadísticas, “en un año murieron 1.200 personas en accidente de tránsito y ninguna ha donado un órgano” señalo el Ministro de Salud Antonio Arbo a un medio local. De cada millón de habitantes, sólo 3 se vuelven donantes al momento de padecer de muerte cerebral a pesar de lo que estima la ley 1246/98.
“Todos somos donantes al momento de morir”, según la Ley 1246/98, siempre y cuando parientes no intervengan con la decisión de no “manosear” a su respectivo difunto. La Ley dice específicamente que cualquier persona asegurada que comprenda la edad de 18 a 80 años "que no manifieste a la INAT (Instituto Nacional de Ablación y Trasplante) su negativa a la donación de órganos, confiere tácitamente su autorización a la donación, salvo oposición expresa del cónyuge no divorciado que convivía con el fallecido, o la persona que, sin ser su cónyuge convivía con el fallecido en relación tipo conyugal de por lo menos tres años, en forma inmediata, continua e ininterrumpida; cualquiera de los hijos mayores o cualquiera de los padres".
Un solo fallecido puede beneficiar a seis personas. Los órganos a donar pueden ser 2 córneas (a dos pacientes); 1 corazón (a un paciente); 2 pulmones (a dos pacientes); y 1 hígado (a un paciente).
Después de 20 años de haberse realizado el primer trasplante de órganos en nuestro país, aún existe resistencia en la población para donar órganos. Las creencias y por sobre todo la falta de información son dos artífices de la falta de donación de órganos en nuestro país, aunque de momento, resalta el hecho de que hay más personas con intención de ser donantes al momento de fallecer. En nuestro país, el apoyo a trabajadores sociales o psicólogos especializados para intervenir en momentos de crisis es nulo. Tampoco los medios de comunicación realizan verdaderas campañas de concientización, tocan los temas sólo en casos extremos donde el atractivo se vuelve hasta morboso para los lectores o televidentes. En las escuelas ni colegios tampoco se aborda el tema con el fin de crear conciencia. Tenemos miedo de hablar de cosas referentes a la muerte, incluso de algo tan vital como la donación de órganos.
Si bien, critico a los medios de comunicación (los masivos específicamente), la campaña realizada por un conductor de TV debe ser ejemplo a imitar. Este tipo de acciones crean conciencia. Me refiero a la campaña #CorazónPy (hashtag en Twitter), que encabezó el presentador Oscar Acosta, del Canal Telefuturo. Está campaña pretendía recaudar fondos para la compra de un corazón artificial, se recaudó en total G. 853.287.623. Esto permitirá a otros niños a seguir esperando un donante.
Datos interesantes sobre la donación de órganos en Paraguay.
El doctor Marco Aurelio Aguayo, que en vida era director del Programa Nacional de Lucha Contra el Sida, fue el primer donante de órganos en nuestro país. Falleció a los 36 años en 1992 tras sufrir un aneurisma fulminante que lo llevó rápidamente a la muerte cerebral, lo que ya fue irreversible. Dos personas recibieron sus órganos.
El día del donante de órganos se recuerda en el calendario el 12 de setiembre de cada año.
Si bien en el Alto Paraná no contamos con una filial del INAT, como lo recalca la Ley 1246/98, todos somos donantes salvo negativa manifiesta al instituto o negativa de los parientes más próximos en caso que nosotros mismos no podamos decidir o no hayamos dejado constancia de nuestra opción post muerte.